Esta ventana...

Esta es una ventanita a las locas fantasías, vivencias e histerias que voy acumulando en esta carrera que se llama vivir, para mi Escribir es una suerte de necesidad primaria, un goce o exorcismo violento. Es la respiración del alma...No es foro de debate. Pero agradeceré tu comentario en el alma.
Besos, besos largos como ríos. Sofía

martes, 19 de enero de 2016

El origen de la Mar

LA MAR.
Y es que en el mar inició la vida.

La mar es un cuento que a fuerza de pensarlo y repetirlo se volvió líquido. Se convirtió en principio y fin, en pretexto de enamorados y refugio de melancólicos. Estoy describiéndote ese mar zafiro, lapislázuli y esmeralda, a veces perla, a veces ópalo, cofre de piedras preciosas con que la mar juega a seducir al viento, al Sol y las nubes. Esta historia, que no lo es pero sí... Bueno, a veces, por ratos, como lo son las oraciones que desgranamos en momentos de angustia y olvidamos en los días de sol y abundancia. Te voy a narrar la creación, el inicio de la mar, pero el verdadero, ¡eh!
Tal como me lo contaron a mí, en esas tardes dilatadas en los jardines de mi infancia, lejos, muy lejos de la mar.
Siempre lo viví como el verdadero origen de la mar, aunque los textos y los científicos, el rabí, el sacerdote y el pastor digan otra cosa y pongan los ojos en blanco y levanten las manos al cielo murmurando frases inconexas de desesperación y malestar.
La mar es mágica, pertinaz y se cuela con su sabor salobre abrasando la lengua y la memoria. Quien ha navegado, no olvida su peculiar aroma que se queda pegado en un rincón del corazón con su vaivén de potro zaino, y es esa remembranza la que te hace pedir más, la que alucina tus sentidos y te hace buscar en tierra paralelismos... Ese rizo, una caracola; esa melena, un coral; esa sonrisa, la espuma del mar.
La mar se mete de a poquito, se va colando persistente, se entrevera con tus sentidos y con su canto se apodera del pensamiento, la sangre y la piel.
La mar inició como un sueño que tuvo el cielo, como un reflejo en movimiento de sus deseos y fantasías. Se convirtió en el crisol de suspiros y pesadillas de los hombres, y se fue poblando de vida y de movimiento. Las olas son la respiración de los dioses, y las mareas son los sueños aplazados de los seres humanos.
Si, como lo lees, de los sueños que los seres humanos van dejando de perseguir, entonces estos sueños al sentir el hielo del desdén, corren como locos, gritando, subiendo y bajando, esa es la materia de la que están hechas las mareas. Puedes no creerme, sin embargo, así me la contaron a mí hace mucho, cuando mis pies aún no alcanzaban a tocar el piso en la silla homérica del recibidor, mientras tomaba un vaso rebosante de espumoso y aromático chocolate, y el abuelo desgranaba la historia mirando al vacío y moviendo sus grandes manos como ahora lo hace el capitán para contarme sus andanzas. Pero sigamos con la Historia de La Mar.
Los hombres que vivían a la orilla de la mar, la vieron tan sola, como una vasija de brillante aceite, consumiéndose en su propia belleza y se entristecieron porque es bien sabido que la belleza que no se comparte se agria y envilece.
Los hombres notaron entonces que la brillantez de lapislázuli y zafiro de la mar se deslavaba con cada salida de las estrellas, entonces cuestionaron a La Luna y ésta, sorprendida por tal muestra de ignorancia, les hizo saber que la mar, como cualquier ser femenino de la creación, requería sentirse custodia de un tesoro.
Y la mar se veía tan huérfana de danza que soñaron su fauna, fueron forjando en esas tardes en que el adiós de dedos largos del Sol llenaba de una danza de colores su superficie a todos sus actuales moradores. Iniciaron por supuesto con las sirenas, sus melenas de rizada espuma están formadas de suspiros, sus líquidas miradas se fraguaron en el crisol de los tibios anhelos, y sus largos brazos y relucientes escamas son fulgores de estrellas, y después los hombres se pusieron a soñar grandes y luminosos peces, de mil colores y tamaños, unos gráciles y veloces, otros pequeñísimas joyas de vítreo aspecto, unos cuantos de cuerpos chatos y bastos, como edificios; por allá surgieron otros con ojos enormes de mil movimientos imposibles, unos de colores brillantes y muchos más de color hierba, de color montaña, del profundo color de la noche; y otros vieron las rocas y soñaron a las tortugas que con su andar pausado y ancestral honran su pasado terrestre.
Una mañana, en que el viento estaba especialmente caprichoso, soñaron con ráfagas azules, como espíritus de eternos niños, veloces y curiosos, y así surgieron los delfines. Las medusas son soplos juguetones y etéreos de las nubes que se sumergieron presurosas para planear en la inmensidad azul. Mirando los diseños etéreos de las nubes, soñaron los corales de intrincado encaje y colores granate, plomizo y perla. Una mujer mirando a lontananza, imaginó aterrada seres imposibles de formas redondeadas y gomoso aspecto con solo un ojo y brazos largos de terrosos coloridos, y surgieron flotando el pulpo y el calamar que se sumergieron con gran elegancia y majestad hacia el fondo del mar.
Las ballenas son el delirio de un hombre que, perdido en medio de la montaña y aterido, la sintió respirar y contestar a sus gritos con húmedas brisas.
Los hombres contemplaron ese desfile de seres extraordinarios y su enloquecedor concierto, entonces sintieron envidia de ese paraíso y se sintieron obligados a gobernarlo. Pero la mar se rebeló y no se dignó a siquiera contestar sus cuestionamientos. La mar rugió embravecida, y tornó negra de ira sus olas, el viento y las nubes enmudecieron de miedo y se tiñeron de gris; las aves se alejaron entonando cantos de pánico y desconcierto y la mar mostró su poder en forma de olas gigantes que reventaban en la playa y con sus brazos furiosos desbarataban mas adentro la tierra.
Los hombres entonces apreciaron la fuerza asombrosa de esa bella creación, y entendieron que nunca jamás podrían domarla, así que se conformaron con surcarla y disfrutar de su belleza lejana e inasible. Presentaron sus disculpas a la mar y, en muestra de arrepentimiento por su arrogancia, designaron a sus hijos más valientes como custodios de su pacto de respeto mutuo, así es como surgieron los hombres del mar: los marinos.
Estos hombres ratifican día a día el pacto de sus padres al mar: “Te cuidaremos y cuidarás de nosotros.” Y pasan sus días recorriendo sus olas de extremo a extremo con la mirada perdida en el horizonte, añorando llegar a tierra pero con el corazón anegado de mar. Soñando con sus hogares, con la sonrisa de sus mujeres y los abrazos de sus hijos. Se enamoran del mar y es éste apasionamiento el que te permite distinguir a un marino. ¿ sabes cómo distinguirlos? Es muy sencillo, los distinguirás por su piel besada por el sol sin clemencia ni piedad, por sus miradas profundas y plenas como oleaje de tormenta; por la fuerza de sus carcajadas tintadas de fuerza y vigor. Y sobre todo, por la paradoja que les marca como tatuaje invisible cuando surcan la mar añorando a los suyos, pero en tierra... En tierra añoran su mar, su verdadero hogar.
Porque mar y hogar son dos palabras pero en el alma del marino son una sola. Y como ese pacto es eterno, siempre habrá marinos cabalgando las olas y dándole nombres a sus tormentas y mareas, perdiendo la mirada en sus crepúsculos y añorando arribar a tierra para dar un rápido abrazo a los suyos y zarpar de nuevo.
Montañas azules, peces dorados y plomizos, cielos en sinfonía de rubíes y granates... tremendo espectáculo, grandioso romance.
La mar es fuente de alimento, de amor y salud. Son sus aguas un elixir prohibido porque, al ser fruto de un sueño, no podría su esencia, su liquido estado, ser algo terreno.
La Luna vive un eterno romance con la mar, juega a mostrarle sus diversas caras esperando un día al fin lograr conquistarla. Los marinos han aprendido a descifrar este romance y reconocen con facilidad sus estados de ánimo. Miran enternecidos cuando se adorna de bruma, y cuando languidece coqueta, no pueden mas que suspirar con ella. Temen cuando enfurecida con la plácida indiferencia de la mar, ante sus requiebros, se vuelve rubí, y muestra su estupor y rabia.
Las mareas, con sus picaras olas, la provocan lanzando mil guiños y espumosos mensajes. Pobre Luna, eterna enamorada, complaciente amante.
Los marinos cabalgan cada noche sus olas, en un ir y venir constantes, maravillándose todos los días, ya que la mar se reinventa cada día. La mar es ese recuerdo que traemos pegado a los huesos, es ese escalofrío que sientes por las noches, es esa inquietud que te despierta en la madrugada. La mar soy yo, y eres tú, y es él y el otro.
La mar es un cuento que de tanto repetirlo se volvió suspiro, y el suspiro aire y el aire agua. Agua salada, agua de vida, amor líquido y líquido hastío. Los marinos seguirán cumpliendo su promesa siempre, lo han hecho antes de mí y lo seguirán haciendo mientras no olviden el significado del Honor, del Deber y de la Lealtad.
La mar se sabe amada por la Luna y por el hombre, y retribuye este amor acompañando al marino con su rumor, con su belleza que despliega cada día ante sus ojos. Los hombres seguirán creando historias sobre la mar, que es fuente de misterio, de sueños y pesadillas. Pero que quede claro que ya no puedes llamarte a engaño, a partir de hoy eres un iniciado en el verdadero origen de la mar, de esa mar que es un concierto de luces y rumores; de ese cofre de joyas transparentes que son sus peces; de esos seres terríficos y amables que recorren su fondo. Esa mar que mi abuelo no miró jamás, pero que tenía metida en la sangre. De esa mar que desvelaba a mi madre, a la que dedicó sus más ardorosos afanes, para la que esculpió sus más sonoras palabras y más brillantes poesías.
Mi piel está hecha de historias, de bellos fragmentos de palabras inventadas por mi madre y de otras repetidas por su brillante aspecto. Pero todos esos pedazos están unidos por la mar, su esencia es salobre, como las lagrimas, como la vida.
Vengo de un linaje hecho de sal y romance, de escultores de letras y guardianes del mar. Mi Ima (madre) y mi amado Zaide (abuelo), han guardado esta historia de los arañazos del olvido, del polvo de la indiferencia; ahora me toca pasar la antorcha del recuerdo a otro guardián, ¿serás acaso tú que me lees?
Mira con cuidado y vuelve a leerla, no olvides nada, no dejes que se pierda esta historia, para que me hagas el favor de compartirla con tus amigos en esas noches de luna llena, cuando las olas intentan una vez más acercar sus líquidos brazos a la Luna y por fin darle ese beso eternamente postergado.
Aquí te dejo la historia real del origen de la mar y sus custodios los marinos. Tal como a mí me la contaron hace muchos años mi querido abuelo, en esas tardes dilatadas de amor y chocolate, muy, muy lejos del mar.
Besos, besos largos como ríos.💋
Sofia R. Chiquetts

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