Esta ventana...

Esta es una ventanita a las locas fantasías, vivencias e histerias que voy acumulando en esta carrera que se llama vivir, para mi Escribir es una suerte de necesidad primaria, un goce o exorcismo violento. Es la respiración del alma...No es foro de debate. Pero agradeceré tu comentario en el alma.
Besos, besos largos como ríos. Sofía

jueves, 26 de mayo de 2011

Artista plástica y escritora, una mujer total. Leonora Carrington

Leonora Carrington


 Nace en Gran Bretaña en 1917,  se inicia en el surrealismo de la mano de Max Ernst y desarrolla la mayor parte de su vida y obra en México. Nacida en Clayton Green, Lancashire, Inglaterra, en el seno de una rica familia de la industria textil, en 1920 queda junto a sus hermanos bajo los cuidados de una institutriz francesa, un instructor de religión y una nana inglesa, que la introduce en el mundo de las hadas y cuyos relatos tendrán una fuerte influencia sobre la artista. Después de ser expulsada de varias escuelas religiosas, es enviada a un internado de Florencia (Italia) y más tarde a una escuela parisina. En 1936 ingresa en la academia de Amédée Ozenfant donde realiza estudios de dibujo y pintura. En 1937 conoce a Max Ernst con el que marcha a París y la introduce en el círculo de los surrealistas, estilo del que será una gran intérprete. Un año más tarde expone con los surrealistas en París y Amsterdam (The meal of lord Candlestick, 1938). Al comienzo de la II Guerra Mundial, en 1939, marcha a España y Portugal, donde conoce al diplomático mexicano Renato Leduc, amigo de Pablo Picasso, con quien se casa en 1941 y viaja a Nueva York. En 1942 llegan a México y tras divorciarse, en 1943, conoce a Edward James, mecenas de los surrealistas y máximo coleccionista de su obra. Durante los 43 años que permaneció en México formó parte del movimiento surrealista, compaginando la pintura (Pain Chant, 1947; Gato blanco, 1952; Kabala, 1960; Belfry, 1980) con las escenografías teatrales (Penélope, 1945-46). En 1985 huyendo del terremoto que destruyó parte de la ciudad, se estableció en Nueva York y más tarde en Chicago (1988), regresando finalmente a México (Labyrinth, 1991), donde vive muchos años. 





La gran Leonora  murió ayer por la noche, alrededor de las 10:35 PM .
La  novia del viento, falleció víctima de neumonía a los 94 años de edad. 

Sobre Leonora Carrington Octavio Paz escribió: ”Leonora Carrington no era una poeta sino un poema que camina, que sonríe, que de repente abre una sonrisa que se convierte en un pájaro, después en pescado y desaparece”.
Te comparto un artículo de Elena Urrutia que leí  en http://www.triplov.com/surreal/urrutia.html.


LEONORA CARRINGTON, ARTISTA Y ESCRITORA - ELENA URRUTIA




Tomo algunos momentos de la vida de la artista inglesa Leonora Carrington, algunos de sus temas y quehaceres, para destacar ciertos rasgos que hacen de la artista y escritora un ser profundamente entrañable.
De la discriminaciónl primer contacto de Leonora Carrington con suelo mexicano tiene lugar en Nuevo Laredo, ciudad fronteriza con el Laredo texano y estadunidense. Viajaba en auto desde Nueva York con su esposo, el poeta Renato Leduc, veinte años mayor que ella, quien dejaba su puesto en el consulado mexicano de esa ciudad. Viajaban junto con otros diplomáticos mexicanos: "[...] recuerdo -dice Leonora - que era como encontrarse de pronto con un mundo totalmente nuevo. Tenía un aire oriental. Esto era en los años cuarenta. Todavía se veía a la gente desplazándose a caballo y con grandes sombreros". Leonora no está segura de que haya sido en Virginia o en Texas donde, en su camino hacia el sur, al querer entrar en un bar, no los dejaron pasar: "y allí no permitían que las mujeres se sentaran en los bares, ni tampoco servían a los mexicanos". Sufrió así una doble segregación: por ser mujer y por sus acompañantes morenos, mexicanos.
El matrimonio de Leonora Carrington con Renato Leduc es uno de los muchos actos de rebeldía e independencia que habrá de sumar a lo largo de su vida. Leonora transmitía y sigue transmitiendo la impresión de originalidad y arrojo que se percibe ante cualquiera de sus obras, pintadas o escritas.
Sufrió de manera aguda las limitaciones que se le imponían por ser mujer. "Era una sensación de injusticia, no una conciencia. También teníamos - se refiere años más tarde a ella y a Remedios Varo, con quien trabó una estrecha amistad en México - una especie de indignación porque no nos permitían hacer muchas cosas que a los niños sí les permitían. Interiormente hay una especie de centro escondido que se pone furioso y a los hombres les da mucho miedo esta furia que se sabe expresar. Esta furia yo la he expresado en la manera que me ha sido posible, dentro de mis límites, en la pintura y en la poca cosa que he escrito." Pero en vez de someterse, aceptar y responder a las expectativas convencionales que se cifraban en ella, su ira se convirtió en rebeldía que la empujaba a volcar esa enorme energía en una rica vida interior. En los cuentos de Leonora Carrington "La dama oval" y "La debutante" se plasma, de modo onírico, un rechazo al mundo de los adultos, al mundo de las reglas, los deberes y también a la hipocresía; trasluce la profunda insubordinación vital que lleva a la autora hasta la locura, rebeldía estética que le permite crear textos y cuadros de singular belleza.
Casada con Chiki Weisz, tiene a sus hijos Gabriel y Pablo. Leonora describe su maternidad como "algo estremecedor": "Fue una gran conmoción. No tenía ni idea de lo que era el instinto maternal. No tenía ni idea de que iba a poseerme un instinto maternal tremendamente fuerte, no había tenido ningún indicio de ello antes de que nacieran mis hijos, pero fue algo que emergió de las profundidades..." Los dos niños aparecen en un cuadro que pinta en 1953, únicas figuras realistas junto con un par de perros blancos, en medio de figuras surrealistas, al que titula Y entonces vimos a la hija del Minotauro.
Para encontrar la huella de lo mexicano en la creación de Leonora Carrington puede recurrirse a una de sus obras maestras, el mural El mundo mágico de los mayas, que pintó en 1963 para el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México y que actualmente se encuentra en el Museo de Antropología de Chiapas. En él se funden imágenes provenientes del Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, con observaciones directas de una cultura que aún conserva muchos patrones precolombinos y, por supuesto, una gran magia. Se trata de la cultura de un pueblo "mal despertado de su pasado mitológico", como escribió Breton en su "Recuerdo de México". Para poder aprehenderlo, Carrington se sumerge en el México profundo, milenario e intensamente vivo de Chiapas. El mural es el producto de la combinación de un antiguo texto literario y la sociedad tradicional contemporánea. Y si bien la pintora basó sus estudios en los códices mayas, también inventó sus propias imágenes. Los dibujos que le sirvieron para hacer el mural fueron publicados más tarde.
A principios de los sesenta escribe una obra de teatro corta, La invención del mole, en donde mezcla la leyenda popular sobre la invención del mole clásico de la cocina mexicana con el amor de su autora por la alquimia culinaria. Plantea por otra parte el enfrentamiento entre dos culturas: el arzobispo de Canterbury de visita en la corte de Moctezuma. El 14 de noviembre de 2000 tuvo lugar el estreno mundial de la puesta en escena de esta obra en el Museo Rufino Tamayo, con motivo de la condecoración de la obe (Order of the British Empire), otorgada por la reina Isabel ii de Inglaterra, en el marco del coloquio internacional organizado para celebrarla. Hubo una segunda representación en la embajada británica, al día siguiente, en el marco de la condecoración.
En los años setenta Carrington escribe el "Cuento mexicano", con dos personajes rurales: Juan, que cuidaba cerdos, y María, hija de don Pedro, se ven envueltos en un relato surrealista desarrollado en un campo típicamente mexicano. Por otra parte, en sus Trece ensayos sobre México y el surrealismo, Lourdes Andrade afirma que "la fabulosa zoología carringtoniana se vincula no sólo con la fauna de la imaginería medieval, sino también con la del mundo indígena precortesiano y contemporáneo de México". Por no citar más que otro ejemplo, a un lápiz sobre papel firmado en 1945 lo titula ...¡Víbora! ¡Víbora! de la mar, por aquí pueden pasar, frase del tradicional juego infantil que se canta en el mundo hispanoamericano.
La obra pictórica y escultórica de Carrington alterna con su producción escrita aunque, a decir verdad, es más conocida por la primera que por la segunda. No obstante ser "el surrealismo la escultura negada", de acuerdo con Luis Cardoza y Aragón, la creación literaria de Carrington es una obra sólida compuesta por cuentos, relatos, novelas, testimonios y teatro. En una conversación con Leonora, me confesó que no le interesaba escribir: "Se ha metido tanta gente", dijo, refiriéndose a las traducciones a otras lenguas de sus escritos, redactados originalmente en francés, inglés o español, según la lengua de "las gentes que yo quería que me leyeran". No cabe duda de que en la pintura está la mano directa del creador, sin más intermediación que la reacción de los materiales con que pinta y la materia en que pinta. Es cierto que en la obra gráfica y en la escultura puede haber intermediarios que se entrometan, pero nunca, seguramente, en la medida en que lo pueden hacer los traductores, esos "traidores", con el lenguaje.
En 1951, Leonora publica en París Une chemise de nuit de flanelle, traducida del inglés, obra de teatro en un solo acto cuyas cinco escenas se desarrollan simultáneamente en las cinco habitaciones y la cueva subterránea de una casa grande. En los años cincuenta aparece La trompetilla acústica, novela que exalta la amistad y narra la búsqueda del Santo Grial -o Santo Cáliz: vaso o plato místico que en los libros de caballería se supone que sirvió para la institución del sacramento eucarístico-, emprendida por la feminista inglesa de noventa y dos años Marion Leatherby, quien se encontraba en cautiverio en un castillo medieval español convertido en hospicio para ancianas. Tras una serie de aventuras, Marion y sus amigas triunfan sobre las fuerzas sociales que prefieren mantener a los ancianos escondidos y en silencio. Si bien Leonora escribió La trompetilla acústica cuando tenía alrededor de cuarenta años, llama la atención el interés que ahí expresa por la vida y el poder de las ancianas, preocupación que ha continuado con el transcurso de los años.
Cuando, en una entrevista concedida por Carrington a Lourdes Andrade, se habla del suicidio de Wolfgang Paalen, aquélla comenta: "Me desconcierta la falta de curiosidad que denota este acto ante el espectáculo de la vida. Finalmente, pasamos mucho más tiempo muertos que vivos. Hay que aprovechar, ¿no crees?" Su genuina curiosidad y su humor son evidentes. Y cuando su interlocutora le confiesa su sentimiento de frustración al considerar que a la postre va a perderse "el final de la película", Carrington responde que a su edad lo que empieza a preocuparle más bien es lo que hay después de la película; trata de entrever en medio de la oscuridad aquello que se percibe detrás de la pantalla.
"Ahora lo que me siento es más vieja y cada día que me despierto estoy contenta pero al mismo tiempo me extraño de estar viva y amanecer otra vez." No sólo está contenta cada día que se despierta sino que está ávida de seguir aprendiendo cada vez más: "Uno puede seguir aprendiendo hasta yo no sé cuándo."
"Ahora soy una mujer vieja", me dijo Leonora en el curso de una plática que sostuvimos en 1986. Señalaba entonces que el miedo y la vergüenza parecían ser los sentimientos dominantes entre las personas de edad, pues las llevan a decir que nadie iba a quererlas porque ya estaban viejas... ¿cómo vivir sin cariño? Miedo y vergüenza porque la mente vieja cambia -la memoria nos falla-; repetimos las mismas cosas a las mismas personas. La vida es más difícil porque resulta arduo recordar tareas de la vida cotidiana. Leonora añade, reflexiva: "Quizá nuestra mente mira más para adentro... ¿mira a la muerte?" Pero ella siempre ha mirado hacia adentro para extraer los personajes, las luces y las evocaciones que pueblan su universo de creación.
Con su talento y sabiduría que hereda de siglos atrás, Leonora Carrington ha incursionado en terrenos de la creatividad recorridos hasta no hace mucho casi exclusivamente por los hombres, como la pintura, la escultura, la obra gráfica y la escritura, y también en aquellos más comúnmente relacionados con el quehacer femenino: la tapicería y la confección de muñecas, esta última casi marginal. Para los tapices ha dibujado cartones que la familia Rosales -formada por tejedores de Chiconcuac- reprodujo sacando un solo ejemplar de cada diseño. En cambio, para elaborar sus muñecas sólo ha necesitado, además de sus manos, agua e hilo, telas, abalorios, cintas y material para rellenarlas: el cuerpo del peyote o una madeja de sus propios cabellos rescatada del cepillo para peinar. ¿De dónde procede la inspiración para confeccionar esas muñecas tan originales, tan distintas de cualquier otra y tan iguales, sin embargo, a las figuras de su obra plástica?
Su necesidad o su deseo de crear muñecas le viene de un lugar muy arcaico. No sabía bordar, y como tenía ganas de hacer un personaje bordado se puso a inventar, a ver cómo salía, y empezó a producir una puntada que años después descubriría en un libro: justamente la crewel point (puntada o punto de ovillo): "Una puntada que hacían hace siglos los escandinavos o los celtas, ¡qué extraño!, de la época en que los normandos invadieron Inglaterra." Leonora me muestra una muñeca en proceso de confección cuya figura está ya delineada en la tela previamente teñida con té y de la cual el bordado, una especie de rosetón de vivos colores minuciosamente labrado con el punto de ovillo, ocupará el lugar del pecho, del corazón. Para la autora, la muñeca es algo muy ligado al ser humano y probablemente a la mujer, y esto desde siempre. De niña hacía muñecas de barro y más tarde empezó a crearlas de nuevo, cerca de la época en que nació Gabriel. Le hizo una sirena de terciopelo rojo con muchas bolsas que imitaban escamas, tal vez.
Carrington se pregunta si no será la muñeca algo como un cuerpo. Desde la más lejana antigüedad se suponía que el cuerpo sólido tenía algo así como un doble. En gaélico o céltico se decía que era el fetch, el que te busca o tu doble. En las mitologías celtas, germanas o sajonas, todo el mundo tiene un doble. "¿No te ha pasado en sueños que te sales de tu cuerpo, que te desdoblas? Esto es una realidad psíquica y yo creo que la muñeca está ligada con esto aunque no puedo ponerlo en un idioma racional, conocido." Tal vez la necesidad de hacer las muñecas surja del deseo de tener de bulto esa doble, y también, por qué no, como entretenimiento, le digo yo.
"Si fuera como entretenimiento sería para pasar el tiempo, para ignorarlo -como quien ve televisión. En inglés se dice matar el tiempo, y esto que yo hago no es para matarlo, la hechura de la muñeca se integra de una manera que no puedo explicar. Guardo las muñecas, pienso que quizás un día las vaya a acabar porque nunca están terminadas." Leonora lleva sus muñecas en proceso cuando viaja, cuando va en ferrocarril - detesta viajar en avión - rumbo al norte, y trabaja en ellas bordándolas en los cuartos de hotel de Laredo, Monterrey o Nueva York. Muchas veces se ha preguntado por qué las hace, aunque sabe que no necesitan justificación. La sola respuesta que se le ocurre es llamar a esto continuity, continuidad, continuación, unión, enlace: piensa que estas muñecas tienen alguna conexión con los tapetes de los nómadas. Los beduinos los llevan consigo y, cuando montan sus tiendas, los ponen sobre la tierra, sobre el piso... Y de esta manera instalan su casa y su jardín, sienten que son siempre ellos mismos, en casa, sin importar cuán lejos de ella se encuentren.









[Originalmente publicado no suplemento Jornada Semanal, México, 28 de octubre del 2001.]

















Obras:
1936 - 19 años
 Autorretrato
Material: Óleo sobre lienzo.
Medidas: 63 x 80 cm.
Museo: Colección J. y N. Gelman.

1945 - 28 años
 Las distracciones de Dagobert
Material: Óleo sobre masonite.
Medidas: 74.9 x 86.7 cm.
Museo: Colección privada.

1954 - 37 años
 El templo de la palabra
Material: Óleo y oro sobre lienzo.
Medidas: 100.5 x 80 cm.
Museo: Colección privada.

1978 - 61 años
 El baño del pájaro
Material: Serigrafía de diez colores.
Medidas: 87.6 x 71.1 cm.
Museo: Colección privada.


Amo entrañablemente sus obras, me transmiten esa sensación de espiar por la cerradura de la puerta a una dimensión inasible y etérea, que si intentabas trastocar se  disolvía en tus dedos como algodón de azúcar, dulce e increíble.
Adoro repasar un viejo libro que tengo con imágenes de sus pinturas , dejar deslizar mis dedos suavemente por la superficie como una caricia leve y llena de ternura, me llena de paz y me hace sentir que las posibilidades siguen siendo, a pesar de todo, infinitas.
Descansa dulce musa, no te voy a extrañar por que sigues flotando por aquí.
Besos, besos largos como ríos. Sofía
    

Aum Namo Bhagvate Nityananda.mpg

sábado, 21 de mayo de 2011

ADELE - 'Make You Feel My Love'

jueves, 19 de mayo de 2011

Agobio

Destrozos,
cansancio,
agobio,
pedazos que volaban por todas partes,
esquirlas que terminaban de fragmentarse bajo mis pies descalzos....

Y a seguir con la frente en alto, con la mirada ausente y cada vez mas metida en mi...
Soy de mirada triste y melancólica desde siempre digo, pero 
 lo soy desde que sentí el gesto agrio y el rechazo maternal.
La siberia materna logra milagros en los seres humanos,   a mi me indujo a refugiarme en las letras que curaban, que amaban, que absorbían y exculpaban.
Letras que seducen, que miman, que exigen y comprometen. Que tiran de ti, que te dan la espalda, que se ríen de ti, que se ríen contigo, que te aprisionan, te enajenan, te lanzan  puentes y te fabrican muros. Qu se convierten en amantes y padrotes, en chulos y madrinas, madre y padre, en hijo amantisimo y amante desgraciado.

Ya mi espalda susurraba, mis manos me dolían, había que dejarte ir. No podía respirar más y hasta mis pulmones se cansaban de compartir la intimidad.


Hoy te dejo ir , mi querido capitán . Estas autorizado a retirarte, en la marea siguiente ya serás historia, una muy bonita, una muy intensa por que solamente así aprendí a querer. Un beso frío en la sien enfebrecida, un trago de agua en mi desierto andar.
Sin remordimientos ya que no quedo materia pendiente,  exprimimos la pasión, aprendimos una lengua nueva en el mirar, en el tocar, degustamos nuestro mutuo ser . Le robamos horas al día y gritos al amanecer. 

Sin silencios sólidos como piedras, abrazando a mi viejo fantasma otra vez y bailando en espiral , siempre en espiral para alejarme de aquí. 


Besos, besos largos como río. Sofía


martes, 10 de mayo de 2011

Javier Sicilia, el sobreviviente

 Un poema que me gusta mucho del poeta Sicilia.

El sobreviviente

Toda ausencia es atroz
y, sin embargo, habita como un hueco que viene de los muertos,
de las blancas raíces del pasado.
¿Hacia dónde volverse?;
¿hacia Dios, el ausente del mundo de los hombres?;
¿hacia ellos, que lo han interpretado hasta vaciarlo?
¿Hacia dónde volverse que no revele el hueco,
el vacío insondable de la ausencia?
Hacia ellos, los muertos, que guardan la memoria
y saben que no estamos contentos en un mundo interpretado.
Mas las sombras, las sombras que la interpretación provoca
y nos separa de ellos,
las sombras con su viento todo lleno de la abierta ventana hacia el espacio,
las sombras donde no hay anunciación
trabajan nuestro hueco.
¿Será que ya no hay nada atrás de ellas,
o el oscuro dolor por nuestros muertos
-como el amanecer que empieza a medianoche,
a la hora más oscura de la noche-
anuncia su retorno en el sigilo?
¿No es tiempo de encontrarlos nuevamente
donde nada parece retenerlos,
así el roshi descubre el todo en el vacío que no contiene nada?
Tal vez sí, porque sus voces vienen de lo oscuro,
de su vacío vienen
como un rumor de río en un riachuelo,
como un dulce reclamo imperceptible,
como una tenue estrella entre las sombras
vienen sus voces, vienen desde lejos.
Óyelas, corazón, como sólo los mojes sabían escucharlas
atendiendo en el rezo su incesante llamado
con los pies en la tierra.
Así los escuchaban,
escuchando el arriba y el abajo,
preservando en sus tumbas el suelo que habitaron con nosotros.
No es así que tú puedes escucharlos en el espacio en sombras de un mundo interpretado.
Pero escucha la queja de lo Abierto,
el mensaje incesante, esa advertencia que viene desde lejos,
ese rumor tan suave que casi nadie escucha
y llega a ti de todas las iglesias,
como si en esas piedras, que guardan la memoria de los muertos,
habitara la llama de su estar con nosotros,
de su sola presencia en la resurrección
y descorriera un poco nuestras sombras.
Porque es difícil vivir en un mundo sin ellos,
difícil no sentir a nuestros muertos alimentando las obras de los hombres;
difícil no seguir sus costumbres, que apenas conocimos;
difícil habitar en las sombras
como un alucinado que repentinamente recobra la memoria
para luego volver a su intemperie;
difícil ver aquello que los hacía nuestros flotar en el espacio y diluirse.
Estar vivo es penoso,
y nosotros, nosotros, que los necesitamos con sus graves secretos,
nosotros, que sabemos que no podrán volver a un mundo interpretado,
a veces escuchamos, como un ligero viento, ascender de las sombras
la música primera
que forzando la nada trajo a Eurídice al mundo;
una nota tan tenue, tan pura como el Cirio
que promete su vuelta en medio de las sobras
y nos trae el consuelo

Cuentos sobre la mesa, a pedir de boca

Cuentos sobre la mesa, a pedir de boca










Una serie de historias alrededor de la comida es presentada en el libro Cuentos sobre la mesa, antologado por Sara Poot Herrera y que reúne textos de Julio Cortázar,  Gonzalo Celorio, Sergio Pitol y  Juan García Ponce, entre otros

La literatura y la comida siempre han favorecido una combinación seductora. La comida, además de una necesidad vital, es un placer que alienta nuestros sentidos, de forma tal que a través de una buena mesa, de una bebida provocativa, de un postre suculento y de un digestivo propiciatorio, puede un bon vivant, en el mejor sentido de término, experimentar sensaciones que seguramente dejarán una huella sensorial duradera.
Por esa razón, el tema de la comida resulta particularmente atractivo en la narrativa. Ya Cervantes nos describió algunos platos tentadores, como una olla de algo más vaca que carnero, los duelos y quebrantos, las perdices bien sazonadas. Más aún, los prodigios que expande el maestro de Santiago, según refiere el Conde Lucanor, en el primer cuento moderno de la literatura hispánica, se dan precisamente alrededor de una invitación a cenar.
Lo anterior viene a cuento --literalmente--, porque la UNAM copatrocinó un verdadero manjar literario: Cuentos sobre la mesa, editado por la ensayista, narradora, evidentemente gourmet, y profesora en la Universidad de California, Sara Poot Herrera.
El libro reúne cincuenta relatos que tienen como motivo principal o ambiental, la mesa. Se incluyen desde narraciones ya clásicas en lengua española como La cena de don Alfonso Reyes, hasta breves divertimentos como Mercado de Gonzalo Celorio. En este volumen se dan cita autores de muy diversos orígenes, corrientes o latitudes, pero que indudablemente tienen una característica común: todos los ahí reunidos han demostrado su gran calidad literaria. Encontramos textos de Julio Cortázar, Rosario Castellanos, Luisa Valenzuela, Sergio Pitol, Rosario Ferré, Juan García Ponce, entre muchos otros destacados narradores.
Esta carta literaria es muy apetecible y digna de un gran banquete literario. Augusto Monterroso, maestro indiscutible del texto breve, nos explica cómo fue que las plantas carnívoras se transformaron en vegetarianas; Juan Antonio Ramos da cuenta de los recovecos de quien encuentra una mosca en su plato; Margo Glantz nos refiere recetas familiares de cocina kosher, que hacen agua la boca; Juan José Arreola, con un dejo de nostalgia, evoca el paraíso perdido de las golosinas que preparaban acuciosamente sus hermanas.
Los estilos narrativos son naturalmente diversos: la elocuencia verbal de María Luisa Mendoza contrasta con la sobriedad de Sergio Ramírez. Los motivos temáticos son evidentemente dispares ya que van desde la triste historia del desafortunado aventurero yankee que termina llorando por un vaso de leche de Manuel Rojas, hasta la insólita historia de la vaca del camellón por la que llora Marina Dosal, la aguafrequera, de Francisco Hinojosa.
Toda antología es necesariamente una selección muy personal sobre el tema de referencia. En este caso es importante destacar el buen gusto, casi diría el placer de la editora al conjuntar una serie de historias que al lector, en la mayoría de los casos, le dejará un buen sabor de boca. En todo caso, el menú es amplio y podrá elegir lo que más le apetezca.


Jorge Demetrio Ambriz
Lengua y literaturas hispánicas

Cuentos sobre la mesa. Sara Poot Herrera (ed.). México: UNAM / UC-Mexicanistas / Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida / Oro de las Noches Ediciones. 2010.
Disponible en la red de librerías de la UNAM.
www.libros.unam.mx

lunes, 9 de mayo de 2011

Usa protector solar subtitulos en español

Para todos mis amores y desamores. Besos, besos largos como ríos.

martes, 3 de mayo de 2011