Esto tambien pasara
Una antigua leyenda cuenta que un famoso rey decidió reunir a sus principales sabios y eruditos en un conclave para solicitarles un favor.
"Acabo de traer un gran anillo de mi última conquista" dijo el monarca; "es muy valioso y además me da la posibilidad que puedo guardar algo más valioso aun, en su interior. Necesito que ustedes, al final del día, me den una frase que sea lo más sabio que ningún mortal haya escuchado jamás. Quiero que arriben a una conclusión de sabiduría y luego lo escriban en un papel diminuto. Luego, yo guardare esa frase en mi anillo. Y si algún día, el infortunio permitiera que me encuentre en medio de una crisis muy profunda, abriré mi anillo y estoy seguro que esa frase me ayudara en el peor momento de mi vida".
Así que los sabios pasaron el resto del día debatiendo cual sería esa frase que resumiría toda la sabiduría que ningún humano había oído jamás.
Cuando cayó la noche, uno de los eruditos del reino, en representación de todos los demás, se acerco al rey con una frase escrita en un pequeño papel."Aquí esta, su Majestad. Solo tiene que guardarlo en su anillo y leerlo en caso que una gran crisis golpee su vida y su reino".
El monarca guardo el papel en su anillo y se olvido del tema.
A los pocos años, el reino era saqueado por los enemigos y el palacio reducido a escombros. El rey logro escapar entre las sombras y se oculto entre unas rocas, en las afueras de su devastada corte. Allí, observando un precipicio, considero la posibilidad de quitarse la vida arrojándose al vacío, antes de caer en manos enemigas. Fue cuando recordó que aún conservaba el anillo, decidió abrirlo, desenrosco el diminuto papel y leyó, “Esto también pasara”. El rey sonrió en silencio, y cobro ánimo para ocultarse en una cueva, en medio de la oscuridad, hasta que ya no corriera peligro.
La leyenda dice que veinte años después, el rey había recuperado todo su esplendor, a fuerza de nuevas batallas y conquistas. El trago amargo había quedado atrás, y ahora regresaba triunfante de la guerra, en medio de vítores y palmas de una multitud que no dejaba de ovacionarlo. Uno de los antiguos sabios que caminaba al lado del carruaje real, ya anciano, le susurro al rey, "Su majestad, creo que hoy también debería volver a mirar el interior de su anillo".
"¿Ahora?"
"Para que habría de hacerlo? No estoy en medio de una crisis, sino todo lo contrario", replico el rey.
"Es que esa frase no solo fue escrita para los momentos difíciles, sino también para cuando crea que todo lo bueno pareciera que ha de perdurar por la eternidad".
El rey, en medio de los aplausos, abrió el anillo y volvió a leer, “Esto también pasara”, y descubrió en ese mismo instante, que sentía la misma paz que tuvo cuando estaba a punto de quitarse la vida. El mismo sosiego, la misma mesura lo invadió por completo. Aquel día descubrió que la frase que los sabios le habían entregado era para leerla en las derrotas y por sobre todo, en los tiempos de victoria.
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Hubiese dado cualquier cosa porque alguien me contara esta fantástica historia cuando yo era mucho más joven. Pero siempre digo que de tener una máquina del tiempo viajaría al pasado para encontrarme conmigo misma cuando tenía unos trece o catorce años. No buscaría a nadie más, no hablaría con ninguno más, solo trataría de ubicarme , a aquella niña que alguna vez fui. La enfrentaría cara a cara y le diría algo así como,
" Solo vine a regalarte una frase que quiero que guardes para siempre, “Esto también pasara"
Disfruta la adolescencia que te queda por delante, disfruta cada instante que puedas, no te pierdas el ahora por estar preocupado por el futuro. Todo va a salir bien, te lo prometo. Algún día los exámenes, los complejos y los vaivenes de la familia y los amores van a ser historia y en unos años vas a reírte de tus problemas de hoy. Tu vida estará resuelta antes de lo que imaginas. Tranquila, no hay nada malo más adelante.
Finalmente vas a lograrlo".
De alguna manera, la ansiedad nos juega una broma pesada y sin querer, nos va robando pedacitos valiosos del presente.
En estos años, he pasado momentos muy tristes, de mucha angustia, y momentos muy felices, de mucha euforia. Y ambos momentos pasaron, quedaron en algún lugar, a lo sumo, retratado en alguna fotografía. Pero no estoy interesada en vivir de recuerdos, no me gusta anclarme en las crisis ni en las victorias. No me hacen bien ni las críticas despiadadas ni los aplausos. Por esa razón, es que repaso aquella frase a diario.
En la vida real me es difícil encontrarme con esa niñita que fui. El aplomo y la madurez hacen que cada día me sea más difícil reencontrarme con ella. Pero uno no deja de jugar porque se hace viejo, sino que se hace viejo porque deja de jugar. Pero por lo menos, tengo la salvedad que puedo disfrutar el ahora, el presente.
He decidido no pasarme el resto de la vida pensando en lo que haré en dos años. No me interesa vivir pensando que la felicidad absoluta llegara el viernes a la noche, o el sábado por la tarde. O en el verano, o la primavera. O una vez que me gradúe o cuando viaje a aquel país. O cuando me jubile o cuando crezca mi Andrea o cuando estés de nuevo acá capitán amado, o quizá cuando me pare ante una multitud. La felicidad no es un destino, es un trayecto. No es un lugar ideal donde uno llega un buen día, sino que un camino que vamos transitando de a poquito, con los pequeños pedacitos del hoy.
Hoy te pido que la ansiedad de lo que todavía no tienen o no han vivido, no les robe lo que ya tienen en sus manos, que nunca es poco. Por mi parte, estoy más que feliz con lo que la vida me ha regalado en estos años. Pero tengo muy en claro, por sobre todas las cosas, que aun “Esto también pasara”.
Besos, besos largos como ríos. Sofía
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